MI POSTURA...

"ARTE"

Ciertamente existen parámetros para decir que esto o aquello es una obra de arte: tiene que ser obra y tiene que ser arte.
Alguna vez leí sobre el valor que puede adquirir una creación, intrínseca o extrínsecamente. Lo que no he leído ni escuchado hasta ahora es cómo se llega al punto en que la arbitrariedad humana se atribuye la capacidad de ser superior a la abstracción del arte, a tal punto de que es él mismo quien le asigna categorías, clasificaciones y tipologías.
¿Las eminencias de la crítica artística van delimitando, dependiendo de las eras y los contextos, qué expresiones de arte se van haciendo propiamente obras de admiración, o sucede lo inverso?
De lo que no queda duda es que el progreso de las vanguardias ha permitido la irrupción de expresiones displicentes dentro de los cánones establecidos; pero claro, esta no es la primera vez, muy posiblemente la "Monalisa" o "La piedra de los doce ángulos" en su tiempo fueron transgresoras. Entendido así, el arte en sí mismo tiene un valor histórico (esto no sugiere antigüedad), pero ¿realmente esta valoración propone una utilidad?
Quizás específicamente no. Una obra va creciendo y alimentándose con los años, el pasar del tiempo va añadiéndole una carga subjetiva en cada observación de su belleza no necesariamente estudiada. Con esto que la contemplación le atribuye un rol en el mundo: ser perfecta. Es ahí cuando sale el más grande cuestionamiento de cómo pensar en perfección, siendo ella una categoría de lo absoluto, de lo bueno, de lo exacto ¿el arte puede ser todo ello al mismo tiempo?
La respuesta está en el arte mismo: si hay perfección en la obra, hay una bondad absoluta en ella. ¿Cómo podría haber un error en algo único? Las escuelas de arte en el mundo van delineando técnicas variantes acordes al tiempo y espacio, ellas no hacen artistas.
Un punto aparte es lo inconfundiblemente absurdo, cuando llega un “artista” (entre comillas por no encontrar un adjetivo para el fraude) e intenta hacer obra destrozando la cultura, una cultura adaptativa y no metamórfica (en sentido de lo falso) con la salvaguarda de ser justamente “artista”. Efectivamente la innovación sugieres romper con el común denominador, pero esta ruptura continúa en un ritmo cíclico: romper para construir, no para destruir.
Inevitablemente continuará la creación artística mientras el ser humano continúe sintiendo, pensado y expresando todo su mundo interno, y las permanencias que el colectivo transforma en él. Inevitable es también que la cultura sea la que determine su permanencia y su fin.

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